El término alquimia, derivado del árabe al-kimiya (que a su vez proviene del griego bizantino xumeia, mezcla, infusión), denota el complejo de conceptos y técnicas con las que se pensó, durante siglos y siglos, poder transformar cualquier metal en oro. Aunque no pueden considerarse auténticamente científicos, las investigaciones de los alquimistas han aportado notables descubrimientos en el campo de la química. 

Con las opiniones de Alicia Collado podrás conocer más respecto a esto.

El poder alquímico

Si bien es cierto que el nacimiento de esta ciencia requirió no pocas controversias, no es menos cierto que las reacciones y procesos observados y reproducidos en la ilusoria esperanza de descubrir la piedra filosofal -que debería haber transformado cualquier metal en oro- constituyeron el punto de partida indispensable para nuevas investigaciones científicas. 

Los orígenes de la alquimia se remontan a las civilizaciones egipcia, babilónica e india, sus últimos retoños llegan a mediados del siglo XVII. La búsqueda de la piedra filosofal y el elixir de la larga vida suele ir acompañada, desde los orígenes de la literatura alquímica, por la creencia de que la transformación de los metales y la prolongación infinita de la vida humana sólo pueden alcanzarse mediante el favor divino. 

Conocimiento esotérico

Esta creencia constituye el núcleo de la alquimia mística o esotérica, que concibió la transformación de los metales como una representación simbólica de la transformación del hombre en un ser perfecto. La alquimia mística y empírica están, en la mayoría de los textos, estrechamente entrelazadas: el lenguaje alquímico es en todo caso enigmático, lleno de alegorías, metáforas, alusiones y analogías. 

La alquimia ya tenía un origen legendario y místico-religioso a la alquimia 

Las técnicas de teñir y transformar metales habían sido transmitidas a los mortales por Hermes Trismegistus, la hipóstasis egipcia de Mercurio, personificación de la sabiduría divina. Hay poca y confusa información sobre la alquimia del mundo antiguo. Los únicos textos originales son los llamados papiros de Leyden y Estocolmo encontrados en Tebas y que datan del siglo III d.C., existen recetas para teñir metales, para trabajar metales y aleaciones (bronce y latón). 

En los dos siglos siguientes (IV EC) la alquimia encontró su principal centro de difusión en Alejandría de Egipto, junto al nombre del griego Zosimo están los de Sinesio, Olimpiodoro, un pseudo-Demócrito. La idea de la posible transmutación de los metales había llegado a la Academia de Alejandría precisamente a través de la filosofía griega clásica y la física aristotélica. 

En los cuatro elementos fundamentales que constituyen la realidad material, Aristóteles había visto las expresiones externas de una sola materia prima. Devolviéndole, mediante medidas especiales, las diversas sustancias dadas en la naturaleza, habría sido posible superponer a esas sustancias diferentes y nuevas naturalezas. En las civilizaciones romanas la alquimia esencialmente no encontró lugar, aunque sus seguidores no faltaron en la época imperial. 

Tiberio y Claudio condena por medio de precauciones especiales, las diversas sustancias dadas en la naturaleza, habría sido posible superponer a esas sustancias diferentes y nuevas naturalezas. En las civilizaciones romanas la alquimia esencialmente no encontró lugar, aunque sus seguidores no faltaron en la época imperial. 

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